Comentario
Al empezar el siglo XX aparece en este panorama el hombre que a lo largo de sesenta años realizará las mayores aportaciones al conocimiento del arte primitivo, tanto paleolítico como de otras épocas y lugares. Nos referimos al abate Henri Breuil, nacido en Mortain (Manche) en 1877, que estudió la carrera sacerdotal en el seminario de Issyles-Molineaux y, aunque llegó a canónigo de la sede de Soissons, quiso siempre que se le llamara simplemente "abbé". En 1904 se licenció en ciencias naturales en la Sorbona, cuando sus superiores ya le habían autorizado a dedicarse fundamentalmente a la investigación prehistórica, lo que le permitió tener una vida repleta de actividad científica que terminó en 1961. Nos referiremos a sus aportaciones al conocimiento del arte paleolítico.
Desde 1897 a 1906, primero seminarista y luego sacerdote, ayuda a Piette en sus excavaciones y le dibuja minuciosamente una parte de su gran colección de arte mueble. En 1900, visita La Mouthe, y el verano siguiente, con Louis Capitan y Denis Peyrony, descubre y estudia los grabados y pinturas de las cuevas de Les Combarelles y Font de Gaume (en los alrededores de Les Eyzies, Dordoña).
En 1902, el abate Breuil suscita la cuestión del arte parietal paleolítico en el congreso de la "Association Françoise pour l'Avancement des Sciences" que se celebra en la ciudad de Montauban y consigue que un buen número de congresistas visite las cuevas entonces conocidas. La rectificación de los escépticos que estaban presentes -entre ellos Emile Cartailhac y Marcellin Boule- fue inmediata. Cartailhac, convencido de su error, lleva al investigador a Marsoulas y de allí a Altamira. Durante el mes de septiembre de 1902, ambos se dedican al estudio de la cueva de Santillana, en condiciones difíciles que supera la habilidad artística de Breuil. De allí saldrán un pequeño artículo y un gran libro. El artículo es un noble texto de Cartailhac en "L'Anthropologie" que se titula "La grotte d´Altamira, mea culpa d'un scéptique", en el que rectifica sus errores y reivindica la memoria de Sautuola. El libro tenía que presentar las bellas copias del arte altamirense realizadas por Breuil. Para ello faltaba un mecenas, que pronto se encontró en la persona del príncipe Alberto I de Mónaco (1848-1922) quien ya había patrocinado las investigaciones y publicaciones sobre las cuevas de Grimaldi y que, unos años más tarde, fundaría en París el "Institut de Paléontologie Humaine". La obra, de gran formato y espléndidamente ilustrada, como correspondía a la categoría de Altamira, apareció en 1906.